miércoles, 13 de abril de 2011

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El 'caso Odyssey'

Odyssey reveló su estrategia a EE UU

El tesoro de La Mercedes constituye la base del conflicto que ha sacado a la luz las disputas entre Odyssey y España, pero ambas partes llevan unos diez años de relación, no siempre mala. Los telegramas aportan nueva documentación sobre algunos episodios.

Los cables aportan más documentos sobre las tensiones entre Exteriores y Cultura por el 'Sussex'
Por ejemplo el de las tensiones entre el Ministerio de Cultura, Exteriores y la Junta de Andalucía sobre el HMS Sussex, un barco británico hundido en el mar de Alborán en 1694. La empresa estadounidense tenía permiso del Gobierno español para buscarlo desde 1999, pero la Junta de Andalucía, con competencia sobre sus aguas, se oponía. Las negociaciones se prolongaron hasta 2005. El asunto llegó a las embajadas. Reino Unido había acordado con la empresa la búsqueda del pecio, así que el Ministerio de Exteriores acabó concediendo un permiso para rastrear en aguas españolas. Eso hizo enfurecer a Cultura, dirigida entonces por la ministra Carmen Calvo.

Disensiones entre los ministerios

Uno de los cables, de noviembre de 2005, muestra ese enfado y abunda en las disensiones entre los ministerios. El cable explica que la atmósfera del encuentro fue buena. "Calvo, claramente y como el resto de su gabinete, considera que tener buena relación con Estados Unidos es algo sagrado, sin embargo, su buena disposición es cuestionable", asegura el informe del embajador Aguirre, que recuerda que la ministra dijo que la empresa Odyssey solo buscaría el tesoro del Sussex "por encima de su cadáver".

Los diplomáticos comentan en ese cable que la empresa estadounidense está en muy buena posición ahora para buscar el pecio del Sussex, porque han recibido una nota con el permiso del Ministerio de Asuntos Exteriores. Carlos Alberdi Alonso, miembro del gabinete de Calvo, les dice que ha sido un error del Ministerio de Exteriores y que la competencia en los permisos es de la Junta de Andalucía. Aún así, la embajada anuncia que la empresa estadounidense saldrá a buscar el tesoro del Sussex en las próximas semanas, a pesar de que su barco puede ser abordado por la Guardia Civil. "Con el permiso de Exteriores y el peso de la ley internacional", comenta la embajada, "quizás a Odyssey le merezca la pena correr ese riesgo".

Las cosas se ponen feas años después, cuando Odyssey anuncia en mayo de 2007 que ha encontrado el tesoro de las 500.000 monedas por el que todavía hoy mantiene un litigio con España. Días después, la embajada comunica al Departamento de Estado que todas las operaciones para encontrar el Sussex se han suspendido y que los funcionarios de Exteriores se sienten traicionados después de haber intervenido en nombre de la empresa frente a Cultura y haber conseguido que pudiera operar en aguas españolas.

La siguiente reunión interesante es la que mantiene el segundo de la embajada, Hugo Llorens, con dos representantes de Odyssey, la abogada Marie Rogers y un miembro de la compañía, Ali Nasser. Es en julio de ese mismo año. Lo que se desprende de la reunión es que los diplomáticos solían tener conocimiento de la estrategia de la compañía. Nasser, por ejemplo, cuenta a Llorens sus planes para que los buques de la compañía abandonen lo antes posible Gibraltar y comunicará a la Guardia Civil un día antes que saldrán del puerto. "Nasser dice que están preparados para recibir a algún representante del Gobierno en su barco y llevarlo al lugar donde encontraron el Cisne Negro, aunque eso solo ocurrirá si no se detiene a los barcos de la empresa", continúa el despacho.

Nada de eso ocurrió. Los barcos fueron detenidos, la Guardia Civil los registró y Odyssey marchó a Reino Unido para no volver a cruzar las aguas españolas. Las monedas siguen en Tampa. España ha conseguido por ahora que la Administración Obama y los jueces que llevaban el caso en Tampa (Florida) le dieran la razón y determinaran que el tesoro debe ser devuelto. Pero la empresa ha recurrido y el proceso amenaza con prolongarse hasta la decisión del Tribunal Supremo.

Cambiamos tesoro por 'pissarro'

La embajada se ofreció a resolver el conflicto que España mantenía con la empresa de cazatesoros Odyssey por 500.000 monedas de plata.- Pidió a cambio un cuadro del Thyssen arrancado por los nazis a la familia de un ciudadano estadounidense


En mayo de 2007, la empresa estadounidense Odyssey Marine Exploration anunció el hallazgo de un tesoro de 500.000 monedas de plata en un lugar indeterminado del océano Atlántico. Aunque la compañía bautizó el descubrimiento con el nombre en clave de Black Swan (Cisne Negro), los funcionarios del Ministerio de Cultura sospecharon desde un principio que tras esas dos palabras se escondía La Mercedes, un barco español hundido por la flota británica en 1804 frente a las costas del Algarve, en Portugal. A partir de ahí se inició un conflicto que todavía continúa en los juzgados y que la Embajada de Estados Unidos tuvo que tratar en varias ocasiones con España.

Cable en el que se ofrece solucionar el 'caso Odyssey' a cambio del 'pissarro'
Cable en el que España reclama documentos sobre la exportación del tesoro
Cable sobre la reunión con la ministra Calvo en la que se trata el 'caso Odyssey' y el 'pissarro'
Cable al senador Lieberman en el que se le sugiere que saque el tema del cuadro
Cable sobre la reunión con González Sinde sobre la reclamación del 'pissarro'
Cable sobre la nueva estrategia de Odyssey
Odyssey reveló su estrategia a EE UU

Un año después de que los responsables de Odyssey mostraran al mundo cientos de contenedores cargados de doblones, los diplomáticos estadounidenses decidieron lanzar una propuesta a las autoridades españolas para arreglar el problema: la embajada trataría de buscar una solución al conflicto con la compañía cazatesoros, pero a cambio pedía que el Museo Thyssen devolviera un cuadro de Pissarro arrancado por los nazis a la familia de un ciudadano estadounidense de origen judío llamado Claude Cassirer.

La propuesta se hace el 30 de junio de 2008. El embajador Aguirre se la expone al ministro César Antonio Molina de forma indirecta, en un lenguaje muy diplomático, según da cuenta el redactor del cable enviado al Departamento de Estado: "El embajador señaló que, si bien los casos de Odyssey y Cassirer son diferentes temas legales, es interés de ambos Gobiernos hacer uso de cualquier margen de maniobra que sea posible para resolver los dos asuntos de una manera que favorezca las relaciones bilaterales entre ambos países".

Molina capta la idea pero la rechaza. Así se relata en el telegrama: "El ministro escuchó atentamente el mensaje del embajador pero subrayó el hecho de que son casos distintos. Dijo que ningún Gobierno español podría devolver el cuadro sin una decisión judicial".

Las dos historias, la de Odyssey y la del cuadro de Pissarro, ocupan varios cables que la Embajada en Madrid envía a Estados Unidos. El primer caso se había convertido ya en un dolor de cabeza para los responsables del Ministerio de Cultura, que insistían en obtener de la embajada pruebas de que la importación del tesoro se había hecho ilegalmente. "Consideramos que la información facilitada podría probar que los materiales en cuestión fueron sacados de un barco de guerra de la Armada Española del siglo XIX y que pertenecen al Tesoro de España", asegura una nota del ministerio traducida por la embajada en un cable del 10 de octubre de 2007.

El cuadro de Pissarro

La otra historia, la del cuadro de Pissarro, se remonta a 1897. El pintor francés plasma en un lienzo el efecto de la lluvia sobre el pavimento parisiense de la Calle Saint Honoré a mediodía (Rue Saint Honoré aprê-midi). No se sabe cómo, ese cuadro llega a la sala de estar de Lily Cassirer, en su casa de Múnich. En 1939, más de 78.000 judíos abandonan Alemania. Los nazis les confiscan objetos de valor o bien los compran por muy poco dinero a cambio de salvoconductos para salir del país. El cuadro de Pissarro, vendido a un marchante de arte del partido nazi por 900 marcos, es la llave para que Lily Cassirer se marche hacia Inglaterra. La Gestapo subastó la pintura en 1943. En 1958, el Gobierno alemán indemnizó a Lily con 60.000 euros y la reconoció como propietaria legítima. La mujer murió con el dinero pero sin recuperar el cuadro. En 1975, el pissarro reaparece en la galería Stephen Hahn de Nueva York. El barón Thyssen-Bornemisza se hace con él y en 1992, con la apertura del Museo Thyssen, el óleo se expone por primera vez en Madrid. Al año siguiente, la obra es adquirida por la fundación del mismo nombre, constituida por el Estado español y la familia Thyssen-Bornemisza, que recibió 327 millones de dólares para que la colección pasase a formar parte del Estado.

En el año 2000, Claude Cassirer, nieto de Lily, se entera de que el cuadro que estaba en la salita de su abuela se exponía en una de las pinacotecas más importantes del mundo. Cassirer, activista político y vinculado al Partido Demócrata, empieza a mover sus hilos en 2001. Su primera petición es a la ministra de Educación, Cultura y Deportes, Pilar del Castillo. En julio de 2003, cinco congresistas estadounidenses escriben a la ministra solicitando la devolución del cuadro a su propietario original.

A partir de entonces, no hay ministro al que la Embajada no le mencione la historia del pissarro. Cables de la Embajada de Estados Unidos en Madrid (del año 2005 al 2009) así lo demuestran. El asunto se convierte en uno de los temas más repetidos en las reuniones de los embajadores con los responsables del Gobierno español. En 2005, el embajador O'Donnell, enviado especial para asuntos del Holocausto, se reúne con Ana Salomon Pérez, embajadora en misión especial para las relaciones con la comunidad y organizaciones judías. "Salomon dice que el Gobierno ha hablado con el museo sobre este tema y aventura que no se resolverá fácilmente", asegura el despacho del 17 de julio 2005. Ese mismo año, O'Donnell se reúne con la ministra de entonces, Carmen Calvo. La ministra explica que, aunque el Gobierno tiene la responsabilidad sobre el patrimonio de la Fundación Thyssen, no puede tomar ninguna decisión unilateral. Ese mismo cable, del 18 de noviembre de 2005, concluye con esta frase: "La embajada seguirá presionando al Gobierno español en la conveniencia de que la Fundación se reúna con la familia para resolver la reclamación".

Así lo hacen los diplomáticos estadounidenses, que no desaprovechan ninguna ocasión para tratar de convencer al Gobierno español. En febrero de 2008, la embajada emite un despacho dirigido al senador Joseph Lieberman, candidato a vicepresidente del partido demócrata en las elecciones que Al Gore perdió frente a George W. Bush, en 2000, y que prepara entonces una visita a España. "Durante su conversación con la embajadora Ana Salomon, quizás quiera usted mencionar el asunto de la reclamación de Claude Cassirer por el cuadro de Camille Pissarro, ahora en el Thyssen", sugieren los diplomáticos en el telegrama de 2 de enero de 2008.

Voluntad de reunirse

Meses después, el embajador Aguirre sugiere a César Antonio Molina solucionar el caso Odyssey a cambio del pissarro. Lo único que consigue de Molina es la "voluntad de reunirse con Cassirer". "Le recordaremos su compromiso", concluye otro cable el 2 de julio de 2008.

La siguiente reunión es con la ministra Ángeles González Sinde en febrero de 2010. En esta ocasión es el embajador Alan D. Solomont el que vuelve a sacar el tema. Esta vez, el diplomático no solo sugiere que se llegue a una solución amistosa, sino que además informa a la ministra de que el reclamante ha recurrido a los tribunales de Estados Unidos para conseguir su objetivo. La ministra vuelve con la misma razón aportada por sus predecesores, que no se puede hacer nada sin la orden de un juez, y propone "hacer gestos a la familia y a la comunidad judía en Los Ángeles, como por ejemplo organizar y financiar un viaje a España para promover intercambios culturales al mismo tiempo que homenajear a la familia Cassirer". El embajador sugiere entonces que "el Gobierno intente encontrar soluciones creativas".

Esas soluciones no han llegado. Y si lo hacen ya será tarde para Claude Cassirer. El fotógrafo, que sobrevivió a los campos concentración durante la Segunda Guerra Mundial y dio clases a los niños sobre el Holocausto, murió el 25 de septiembre de 2010. Antes de morir salió en los periódicos, cuando se supo que el tribunal de apelaciones de Los Ángeles le había concedido el derecho a reclamar contra el Estado español. Su hijo, David Cassirer, es quien lucha ahora por poseer ese mediodía lluvioso que estaba en la pared de la salita de estar de su bisabuela.

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