jueves, 26 de mayo de 2011

YUGOESLAVIA

El final de la escapada

Con Ratko Mladic cae el último de los grandes criminales de guerra de la antigua Yugoslavia

La captura del general Mladic
Cae el carnicero de los Balcanes

Serbia detiene a Ratko Mladic, acusado del genocidio de Srebrenica y el asedio de Sarajevo - El prófugo vivía en una modesta granja a 80 kilómetros de Belgrado

"Anuncio, en nombre de la República de Serbia, el arresto de Ratko Mladic. Hemos cerrado un capítulo difícil de nuestra historia reciente". Con esta solemne declaración confirmó ayer Boris Tadic, presidente serbio, que el prófugo más buscado de la justicia internacional estaba en manos de la policía. En concreto, de un grupo de agentes especiales serbios que le encontraron de madrugada en la ciudad de Lazarevo, a unos 80 kilómetros de Belgrado

"Estaba ojeroso y desmadejado y no ofreció resistencia", dijeron los agentes

La Haya lo acusa de genocidio y crímenes de guerra y lesa humanidad
Acusado del genocidio de Srebrenica por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), el exgeneral serbobosnio, de 69 años, se hacía llamar Milorad Komadic. Aunque no había retocado su aspecto físico, estaba tan envejecido que "hubiera sido difícil reconocerle", según las fuerzas especiales. Tres unidades de asalto llevaban dos semanas vigilando una modesta granja, propiedad de unos amigos de Mladic. Cuando entraron, "él estaba ojeroso y desmadejado y no ofreció resistencia", pese a que iba armado con dos pistolas.

Una vez comprobada su identidad, fue llevado cerca de Belgrado para comparecer ante el juez. "Una de sus manos está casi paralizada; le ha examinado un médico y su abogado le ha dado unas pastillas", explicaron fuentes judiciales . Mladic parecía desorientado y cansado. Los fiscales serbios han recordado que los trámites de extradición a La Haya, sede del TPIY, pueden demorarse varios días. Entre otras cosas, porque sus abogados pueden apelar el traslado.

En apariencia, la detención de Mladic ha sido limpia y certera. Ha costado, sin embargo, una década de operaciones policiales frustradas y desencuentros políticos. Su hallazgo ha coincidido, además, con dos hechos significativos. De un lado, el informe periódico elaborado por Serge Brammertz, fiscal jefe del TPIY, que una vez más constataba "la insuficiente falta de cooperación de Belgrado en la captura del prófugo; una de sus mayores obligaciones". El texto debía presentarse en junio, pero se ha conocido con anterioridad. Un detalle picante. Otras veces, y siempre antes de que apareciera el informe, Belgrado parecía lanzar una ofensiva en toda regla para localizar a Mladic. No producía el resultado esperado, pero las autoridades de turno mostraban su voluntad de cooperación. Si bien la fiscalía no puede decidir por sí sola el futuro de Serbia en la UE, una opinión negativa mantenía cerrada la puerta comunitaria. En especial para Holanda, opuesta hasta la fecha a cualquier avance sin un arresto.

La explicación se remonta a la propia Srebrenica. Los cascos azules holandeses protegían a los civiles en la ciudad cuando entraron las tropas de Mladic en 1995. No pudieron, ni supieron defender a la población, y el asesinato de 8.000 varones musulmanes (separados de sus mujeres e hijos pequeños) sigue pesando en la conciencia colectiva nacional. Por eso Joris Voorhoeve, que era ministro de Defensa en el momento de la matanza, dijo ayer que el arresto le parecía "la mejor noticia recibida en años".

Wim Kok, primer ministro socialdemócrata que dimitió en 2002, cuando la investigación oficial sobre lo ocurrido echó también la culpa a Holanda, añadió lo siguiente: "Parece incomprensible que Mladic se escondiera tantos años. Lo importante es que podrá hacerse justicia".

La otra circunstancia relevante que ha coincidido con la captura procede de Serbia. En especial de las nuevas generaciones de serbios. Según los últimos sondeos publicados, un 51% de la población niega su apoyo al fugitivo. Es cierto que para algunos sectores ultranacionalistas tanto Mladic como su antiguo jefe político, Radovan Karadzic -en manos del TPIY-, siguen siendo los héroes de una guerra librada en defensa de los intereses patrios. Sus hijos y nietos saben, por el contrario, que la reconciliación nacional será difícil. Y con Mladic en rebeldía, imposible. Por cierto que Karadzic, desde su celda, lamentó anoche la captura de su exjefe militar. "Quiero trabajar con él en la búsqueda de la verdad sobre la guerra de Bosnia", añadió.

Cuando por fin se presente ante los jueces internacionales, Ratko Mladic, el general más brillante de su generación, afrontará los tres mayores delitos posibles: genocidio y crímenes de guerra y contra la humanidad. El caso de Srebrenica, que fue la peor matanza registrada en Europa desde la II Guerra Mundial, ha dejado casi en segundo plano los otros dos. El cerco de Sarajevo resume los crímenes de guerra. El asedio duró cuatro años y atormentó a la población, atrapada, y filmada en directo por las cámaras internacionales. La acusación de delitos contra la humanidad recoge "el plan de eliminar a todos los bosnios musulmanes, y a los croatas, de Bosnia Herzegovina".

Caído Mladic, queda por encontrar a Goran Hadzic, presidente de la República Serbia de Krajina durante la guerra de Croacia. Se le acusa también de crímenes de guerra y contra la humanidad. En especial, de la muerte de 250 pacientes croatas, sin escapatoria posible, del hospital de Vukovar. Es el último renegado de la justicia internacional.

La captura de Ratko Mladic, que ha valido al Gobierno serbio parabienes unánimes, cierra en la antigua Yugoslavia el círculo de los tres grandes criminales de guerra que llenaron de infamia las postrimerías del siglo XX en Europa. Mladic, comandante supremo del Ejército serbobosnio, orquestó junto con su jefe político Radovan Karadzic -dirigidos ambos desde Belgrado por Slobodan Milosevic- el genocidio de los musulmanes de Bosnia. El eterno e implacable asedio de Sarajevo y la pavorosa matanza de Srebrenica, episodios que sumaron decenas de miles de muertos inocentes, fueron ejecutados por el despiadado y patológicamente arrogante general que aspiraba a ver su efigie en las monedas, arrestado ahora en el campo, a los 69 años, bajo identidad falsa, en circunstancias no muy diferentes a las que concurrieron en la detención de su cómplice Karadzic, va a hacer tres años.

En unos días, tantos años después del apogeo de su vesania homicida, Mladic coincidirá con Karadzic en las celdas de La Haya, donde murió Milosevic mientras era procesado. A hacer luz sobre sus crímenes, en el proceso de relevancia histórica que le aguarda, ayudarán sin duda los diarios de guerra del general, escritos de su puño y letra, que cubren hechos entre 1991 y 1996 y que fueron hallados hace un año, ocultos en su casa de Belgrado, cuando ya el Ejecutivo serbio, presionado por la UE y Estados Unidos, se había propuesto su captura. Ratko Mladic ha vivido en Serbia desde 1995, arropado por militares y servicios secretos y el manifiesto desinterés de sucesivos Gobiernos para poner a disposición de los jueces de la ONU a un hombre a quien muchos consideran todavía un héroe. En captura internacional desde el final de la guerra de Bosnia, solo se ocultó realmente tras la caída de su protector Milosevic, en 2001. Hasta entonces se exhibía impunemente en público.

La detención de Mladic, debida ante todo a la memoria de sus innumerables víctimas, remueve el mayor obstáculo a las aspiraciones de Belgrado de integrarse algún día en la Unión Europea, su objetivo prioritario. Heredero de un pasado tan ominoso como reciente, el Gobierno reformista de Boris Tadic se ha venido esforzando para alentar la reconciliación étnica en los Balcanes, sea pidiendo perdón por las atrocidades serbias en Bosnia o Croacia, sea negociando con Kosovo, pese a no reconocer la secesión de su antigua provincia de mayoría albanesa

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