jueves, 9 de junio de 2011

USA

En EEUU es más fácil caer en desgracia por unas fotos en calzoncillos a través de Twitter que por organizar guerras con miles de muertos. El congresista por Nueva York, Anthony Weiner, se halla en medio de una tormenta política por 'tuitear' mensajes subidos de tono a seis mujeres en los últimos tres años. Weiner está casado con Huma Abedin, la mano derecha de Hillary Clinton, que la considera una segunda hija. Hoy, para ahondar en el morbo, se ha sabido que Abedin está embarazada.

Los diarios y los informativos se han lanzado sobre el 'info-entreiment' sin rubor. Solo una presentadora de la CNN parece tener claro el despropósito; al dar paso al directo enumera las noticias que se quedan fuera: cuatro soldados muertos en Irak, desempleo, Siria, Yemen...

Todos llevamos un estúpido dentro, a veces dos; hay días que parecen una manifestación. Antes de la irrupción de Internet, el estúpido debía contentarse con el espacio generado por una vida normal y expresarse en el ascensor, en la calle, en el mercado, en el trabajo o en el bar. Eran estupideces con 'numerus clausus', rara vez salían del lugar donde se mostraban. Ahora es diferente, ahora todo es público, todo es exhibición. El trending topic ha sustituido al cuarto de hora de Warthol.

El problema de Weiner no son los calzoncillos, ni que esas fotos puedan considerarse adulterio, ni que no sepa diferenciar un mensaje público de otro privado; el problema es que ha mentido. En un primer momento dijo que el 'tuit' enviado a la estudiante Gennete Nicole Cordova, de 21 años, era obra de un 'hacker'. La coartada no funcionó y ha tenido que reconocer su autoría y el error.

No es el caso de Strauss-Kahn, sobre el que pesan acusaciones muy graves; Weiner es solo un tipo cuyo estúpido interior le ha empujado a una estupidez mayúscula. ¿Debe ser causa de dimisión? ¿Lo es la mentira con la que trató de defenderse? ¿Es más grave que la corrupción? ¿El abuso de poder? ¿El periodismo basura? ¿La mentira organizada para invadir Irak? ¿Fomentar el odio al inmigrante por rédito electoral? A falta de futuras informaciones, el destino de Weiner debería estar en manos de sus votantes.

Weiner ha sufrido, salvando las distancias, del mismo mal de fondo que el expresidente del FMI: sentirse inmune, rey del universo, ser superior. Quien no pisa la calle, sean políticos, empresarios o periodistas, corre el riesgo de perder el norte, de dejarse guiar por el estúpido interior y caer de la tarima.

Con las redes sociales más populares, Facebook y Twitter, el estúpido interior puede llegar a ser una arma de destrucción masiva. Hay casos recientes en España, donde un comentario desafortunado se transforma en un acontecimiento, en una diana, en un 'trendig topic', en algo que bordea el delito. Negar el Holocausto o bromear con la violencia machista no son asuntos para la risa, no importa el formato, la compañía ni la bebida consumida. Que se lo pregunten a Lars Von Tiers.

La libertad de expresión en democracia la deberían determinar los tribunales, no las vestiduras rasgadas de los fariseos y de los políticamente correctos.

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